PEGASO

Llamaban mentiras a las alas que vi.
Ahora aprendo a soportar su burla,
a entender su incredulidad ante el milagro
recién descubierto en la sala de lectura

y que se negaban a creer. Volaban hacia mí,
sonaban las páginas rasgadas
como el crujido rotundo al desplegarse su ser
que, con las palabras, sería mío algún día.

A veces pienso que no quiero recorder
cómo me aferraba a su costado sudoroso,

cómo apretaba mi cara contra sus crines empadas
cuando me alzaba su aleteo nostálgico

sobre aquella lluvia de puños.


Traducción: Juan M. Muñoz (Sevilla)





EL LABERINTO EN LA CATEDRAL DE AMIENS

Adéntrate, siguiendo los pasos de incontables
peregrinos, en las líneas rectas de mármol
que círculos quisieran convertirse

igual que los hombres la mujer que en ellos habita.

Por más ángulos que se tomen igualmente
ninguno conduce hacía un medio que medie
entre los números por traducir

pues todos muestran las fracciones de la vida.

Las fórmulas en las relaciones
conducen a la cuestión de si tu destino,
oculto en el rosetón negro escarlata

del geoglifo, justifica todos los medios.

Lame la sangre de los pies, las sufridas
rodillas, y sé lo que ya no eres más
el propósito por quién como hombre

y mujer en ti se reconcilia.


Traducción: Silvia Rubio Samper (Cartagena)




MAGDEBURGO

Campos tristes. Terreno cercado. En un tambaleo,
el tren se mueve a través de este paisaje
en el que el aire es succionado, separado de mí.

De pronto un recuerdo divide el viaje, abre
la esfera. Allí, entre los bordes de bronce,
mi boca anticipa su semblanza

y en una confusa imagen de hoces y estrellas,
cenizas, vapor y puentes oxidados
y brazos confiables, blancos y demacrados,

que se extienden hacia mí desde un fondo
de agua estancada, Magdeburgo, hundida
en su fondo de acerías deterioradas, pasa de largo.

Todavía, el pavoroso rostro en la ventana abre su boca
en un resistente no. No hay sonido, luego nuevamente
los acres yermos. Tierra prohibida. Tambaleo.


Traducción: Edith Lomovasky–Goel (Rehovot, Israel)